El próximo 24 de octubre el mítico cantante aterrizara en Vitoria-Gasteiz para seguir vibrando con todos sus fans.
LOQUILLO (Barcelona, 1960) es una estrella única en España. No sólo por su personal visión del rock sino porque su popularidad trasciende el ámbito musical y forma parte activa de la historia y el legado cultural de este país.
Carismático, valiente, ecléctico, todoterreno, audaz, libre. Un icono transversal, ajeno a las modas y superviviente a las tendencias, incansable protagonista en nuestra memoria musical, intérprete eterno, EL ÚLTIMO CLÁSICO.
La carrera de Loquillo es una excepción. Con una trayectoria prolongadísima en el tiempo, sigue con imparable éxito llenando plazas y reafirmándose en cada ciudad que visita. Conserva la energía del rock con lealtad, al mismo que sus letras han explotado en madurez. Autenticidad en un mundo de imitaciones. Fidelidad en los tiempos del poliamor.
Con un directo apabullante, tras cuarenta años de carrera sigue encandilando a su público de siempre y ganando nuevos adeptos en cada concierto. Fans sin edad, transversales en cuanto a ideas, todos unidos alrededor de un clásico que no defrauda, con sello de autenticidad y garantía de por vida.
Tras las giras “Salud y Rock and Roll” y 40 aniversario (vistas por más de 400.00 espectadores) y dos llenazos históricos en Las Ventas y el WiZink Center de Madrid, el único trayecto posible ha sido avanzar con paso firme hacia delante, sin caer en la nostalgia.
Loquillo regresa más Loquillo que nunca.
Su nuevo disco, El Último Clásico, es una colección de diez temas en colaboración con los mejores compositores nacionales. Leiva, Santi Balmes, Marc Ros, Carlos Zanón, Luis Alberto de Cuenca, Gabriel Sopeña, Mario Cobo, Josu García e Igor Paskual forman la lista creativa de esta pieza sonora que muy pronto formará parte indisoluble de su repertorio.
Una parte indiscutiblemente esencial del cancionero popular y de valor incalculable. Con El Último Clásico, Loquillo mira fijamente al futuro sin perder las raíces. Un viaje hacia la eternidad en, por supuesto, un Cadillac solitario.
